Mónica Puyhol

lunes, 11 de junio de 2012

Recorrido



7:45 a.m. Metro Chapultepec, dirección Pino Suárez. 
De una caterva apresurada y absorta en su diario vivir, esperando el siguiente tren con destino a la costumbre, se desprendían los olores más amables y más nauseabundos, buscando fustigar las narices mañaneras.  
Debieron cerrar a fuerza cada una de las puertas. No había un solo pasamanos libre; me sostuve apoyándome en el techo del vehículo. La velocidad que adquirió aquella furia anaranjada, me hizo pensar que chocaríamos en cualquier momento. Estación Sevilla. 
Caer encima de alguien era imposible. El inmenso hacinamiento hacía que un montón de pechos, piernas, glúteos, bocas, vientres, espaldas, brazos y cabezas, sostenían mi materia en esa vertical obligada y algunas veces cachonda a la que suelen llamar: “la hora feliz”, que no es otra cosa más que un viaje y un sobeteo por el precio de un mismo boleto. Estación Insurgentes
Llegó el temido frenón. La garrafal inercia hizo que los cuerpos dieran un tremendo bandazo hacia delante y hacia atrás. Un par de brazos intranquilos, desde mi espalda, rodearon mi cintura. Estación Cuauhtémoc. 
Aquellos brazos no dejaron de envolverme. Intenté girar la cara y ver quién era; una melena pelirroja se apoyaba en mi dorso. El tren siguió su marcha zonza directo a: estación Balderas. 
Comenzó el manoseo.
Primero me sentí halagado, luego nervioso y por último, angustiado. Sus manos no dejaban de tocarme la entrepierna. Estación Salto del Agua. 
Mi descomunal erección apuntaba hacia los rótulos. Bajó suavemente la cremallera. Estación Isabel la Católica. 
Metió la mano. Hurgó dentro del calzón hasta que halló mi verga. Acarició despacito desde los testículos hasta la punta con sus uñas afiladas. Apretó con firmeza. Perdí la cuenta de las veces que subió y bajó su mano con pericia. Un gemido líquido se confundió con la onomatopeya general de otro frenazo majadero. Nos quedamos atrapados y en total oscuridad dentro del túnel, antes de llegar a mi destino. Me hizo el favor de sacudirla y se limpió la mano en la parte posterior de mi pantalón al salir de aquel escondrijo. Subió la cremallera. 
Estación Pino Suárez. Final de mi re-corrido. 
A fuerza de sordos jadeos, logré equilibrarme. Caminé hacia las puertas. Al salir, me volví para saber quién demonios poseía la cabellera rojiza y las manos de fuego. Ahí, de pie frente a la salida, dos rojas pelambreras. Un adolescente homosexual y una señora total y estremecedoramente calcinada de la cara y el cuello. ¡Las uñas! Busqué rápido las uñas puntiagudas que me atizaron el miembro. Dos pares de manos blancas. Diez uñas pintadas de rojo y diez pintadas de violeta. 
Se cerraron las puertas de ese infierno inesperado que me llevó a la gloria en un absurdo y demente gesto del destino.
Detrás del vidrio, me les quedé mirando, ellos también me vieron. Ningún atisbo culposo, ninguna sonrisa cómplice: nada, absolutamente nada.




*Este cuento forma parte de la antología de cuento erótico "Ocho para escoger" (Cofradía de Coyotes, 2011), que se presentó en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería 2012. Este libro puede encontrarse a la venta en cualquier café o librería del centro de la ciudad de Cuernavaca. Cuento ganador del octavo Petroconcurso Literario de la Revista La Piedra.

Sagitaria


Desde aquí,

recogida en mi caverna,

atisbo la opacidad

del horizonte humano y, a veces, perverso.


Atesoro la duda de contemplar

mientras vivo

tan cerca y tan lejos

a los que están afuera.


No salgo de aquí dentro,

suspensa en mi cobalto sueño,

es toda una misión henchir

de primaveras a otros cielos.


En esta dimensión, erijo

realidades prodigiosas,

frondas y celajes prístinos

de encuentros y sonrisas interiores.


Así, en esta gruta recóndita,

isla de luminiscencias o tinieblas,

¡levanto los brazos a los Dioses!

Sagitaria errabunda,

de mis poemas presa.



*Este poema forma parte de la antología de invención varia "Mariposa insomne" (Cofradía de Coyotes, 2011) que se presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2011. Este libro puede encontrarse a la venta en cualquier café o librería del centro de la ciudad de Cuernavaca.